martes, 30 de octubre de 2012

PÁJARO AZUL ( Charles Bukowski )




hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie

te vea
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere
salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?



SUDORES ( Asier Suárez )


Una gota de sudor salado nace en su nuca, entre los cabellos del comienzo de su melena. Tiene una melena larga color sombra en la selva, es ese color exacto, el de la selva a oscuras por la sombra de unos árboles gigantes que entrelazan sus ramas en las alturas con la intención de ocultar al mundo sucio la magia que en ella se produce.
La gota comienza a descender deslizándose por su cuello. Puede que varíe su trayectoria porque su cuerpo no para de estremecerse, de moverse, de saltar. Ella sabe que quiero ver su cuerpo y me lo enseña, juega con él, juega consigo misma, juega con su piel.
La gota avanza al centro de la espalda, al maravilloso hueco que se le forma en la espalda, justo en el meridiano de su cuerpo, recorriéndola de arriba abajo. Llega a los hoyuelos del final, esos que asoman por encima de sus nalgas y muere, acabo yo con ella, soy yo el que termina con la gota colgándola de mi índice, posándola en la yema de mi dedo como se posa el colibrí en el aire, y cada uno de sus aleteos dura siete milenios. Siete mil años agarrado a la piel de su cuerpo desnudo.
Ahora con el dedo húmedo por la gota que recogí del comienzo de sus nalgas dirijo mi mano a su cara para acariciar sus labios. Seguimos moviéndonos como si bailásemos enganchados al placer, el placer de meter mi lengua en su boca. Ella sabe como tratar a los hombres y yo se como hacer brillar a las estrellas, como conseguir que las ninfas cierren fuerte los ojos deseando morir allí mismo de placer.
Ya están secos mis dedos y echan de menos a aquella gota.
El Tiempo no sigue el camino de siempre, se detiene, todo oscurece, avanza y aparece de nuevo su imagen.
Aguanto su cuerpo sin ropa sobre mí y recreo mis pensamientos en su piel dibujando en ella una orgía de sensaciones con las puntas de mis dedos. Mientras se acaricia el pecho se alonga a mi oído para susurrarme como susurra el sonido de las olas en el silencio de una playa nocturna. Me susurra “Fóllame” y me lame la oreja.
ANHELOS Y DESEOS ( Asier Suárez )

Quiero su cuerpo como se puede querer la libertad estando preso. Litros de una nada vacía y fría que me mata descienden en picado por dentro de mi cuerpo cuando pienso en lo placenteros que fueron nuestros encuentros. Anhelo tener la suave piel de su pecho en mi boca, anhelo agarrar fuerte sus muslos, anhelo volver a verla sudar por mi, sudar por nosotros. Me paso las horas muertas jugando con mis genitales, sin llegar a correrme, pensando que es ella la que los acaricia y es ella la que utiliza su saliva para hacerme sentir el placer de estar vivo. Necesito acercarme a ella como sea, necesito desnudarla, necesito sentirla al igual que necesito sentir su humedad en mis manos para imaginar que es en mis manos donde tengo el poder de llevarla a sentir la absoluta demencia de los orgasmos. La observo y no se si se da cuenta ni me importa. Fantaseo con su cuerpo y sé que si supiera lo que le hago en mi cabeza, le gustaría. Deseo su ser y lo que conlleva, deseo hacer con ella lo que hace la buena música con mi piel, deseo desmembrar la timidez hasta el punto en el que no sepamos diferenciar el instinto básico y nuestros deseos de las necesidades y la lujuria que forman, y la vez corrompen, nuestros jóvenes seres. Busco encontrar nuestra muerte y nuestro renacer en el gemido ahogado de la profundidad de su garganta.
HUMO (Asier Suárez)

El fuego sale de mi dedo y prende la varita mágica que ejecuta el mejor truco, la batuta del director de mi orquesta interior, las velas de mi barco en llamas que navega al archipiélago más hermoso. Aquella orquesta toca piezas y sinfonías justo debajo de mi piel erizando el bello que sostiene. Siete milésimas de segundo y tengo el universo entero jugueteando entre mis dedos. Cierro los ojos, huelo lo que me rodea y me invade la boca un fuerte sabor a juventud. Mi realidad se pixela en colores parpadeantes, en pulsos de luz intermitente. Mientras, las notas recorren mis oídos a la velocidad del orgasmo de una mujer. Me percato del humo, una nube ligera que acaricia la habitación revolotea alrededor de mí y acaricia mis ojos haciéndolos brillar. El sabor a juventud aparece de nuevo moteando mi garganta con la ilusión de mantenerse siempre ahí, vivo y vibrante. Y caigo. No paro de caer. Caigo a la nada para no volver. Desaparezco de este mundo, de sus fantasías, de sus verdades, de sus mentiras, de sus placeres y sus agonías para reaparecer en la próxima calada.