martes, 30 de octubre de 2012

HUMO (Asier Suárez)

El fuego sale de mi dedo y prende la varita mágica que ejecuta el mejor truco, la batuta del director de mi orquesta interior, las velas de mi barco en llamas que navega al archipiélago más hermoso. Aquella orquesta toca piezas y sinfonías justo debajo de mi piel erizando el bello que sostiene. Siete milésimas de segundo y tengo el universo entero jugueteando entre mis dedos. Cierro los ojos, huelo lo que me rodea y me invade la boca un fuerte sabor a juventud. Mi realidad se pixela en colores parpadeantes, en pulsos de luz intermitente. Mientras, las notas recorren mis oídos a la velocidad del orgasmo de una mujer. Me percato del humo, una nube ligera que acaricia la habitación revolotea alrededor de mí y acaricia mis ojos haciéndolos brillar. El sabor a juventud aparece de nuevo moteando mi garganta con la ilusión de mantenerse siempre ahí, vivo y vibrante. Y caigo. No paro de caer. Caigo a la nada para no volver. Desaparezco de este mundo, de sus fantasías, de sus verdades, de sus mentiras, de sus placeres y sus agonías para reaparecer en la próxima calada.

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